Unos días después de despedir un 2010 desastroso en el plano político-económico e irrepetible en el deportivo (soy español, ¿a qué quieres que te gane?), nos apresuramos a realizar las compras de reyes entre las que no puede faltar el clásico roscón.
Este año un compañero de trabajo ha querido deleitarnos con un roscón exquisito comprado en una panadería cerca de su casa. Es tan exquisito que se puede comprar cualquier día del año porque, como los clientes no paran de demandarlo, la panadería no deja de ofrecerlo.
Opiniones culinarias aparte, lo que más me agradó del roscón fue la sorpresa. Y no me refiero a muñecote que tradicionalmente se esconde en la masa sino a la caja que me pareció tan sencilla como perfecta.